VIRGINIA BRINDIS DE SALAS
CIEN CARCELES DE AMOR
MONTEVIDEO
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CIEN CÁRCELES DE AMOR
D EDICADO con toda la admiración que es-
tremece las alas de mi alma ante la re-
velación de espíritus dilectos , a los integran-
tes de la “Peña Meri ... ”, a través de su más
alto representante , Humberto Zarrilli; a la
Agrupación de Residentes Minuanos y al Gru-
po Americanista.
DEL MISMO AUTOR:
PREGON DE MARIMORENA.
O
EN PREPARACION:
CANTOS DE LEJANIA.
PROLOGÓ
A VIRGINIA BRINDIS DE SALAS
/ Corazón ! manantial de amor del psiquismo humano.
Eje del que parten los cálidos rayos para vivificar el amor
maternal, de esposa, de amigo , fuente de amor !
Carcelero que abres las puertas, sístole y diástole, divino
son que hace vibrar las fibras y quiebra las quejas que apri-
sionan cual rejas al amor. Y¡ en el corazón de Virginia se unie-
ron los lejanos lamentos de su raza. Las buenas Hadas no me-
cieron la cuna de ébano de sus antepasados. Sus errajes fueron
de esclavitud. Escala descendente vibraba en el alma del blanco
con chasquidos de aquilón. Impotentes para ver en el ascua de
los ojos de una raza, resplandores de luz. Por eso, “su Cristo"
se retuerce. La fragua de los blancos, reblandece el hierro de
sus músculos y sus labios murmuran : Liberación.
El leño de su cruz echó raíces que el viento del olvido no
ha borrado, pero (( su Huésped de polvo " es lluvia benéfica que
a través del prisma de su espíritu musita: Perdón.
Ola de llanto que castiga en la noche el arrefice del alma
y busca al llegar el día del camino del sol.
¡Corazón! que pulsas la heredad de una raza, que tan de
cerca toca a Virginia, por el talento dp su predecesor y por su
tío al gran Brindis de Salas, que escaló en el pentagrama la
legión más alta: el alma.
Desde que el hombre pudo vislumbrar sus vivencias espiri-
tuales, busca simbolizarlas ya en la estrella , o su inquietud , cual
ícaro lo lleva al éter, o busca ansioso el reino de Poseidón.
Virginia inaugura hoy, la ruta más segura, tejida con fibras
del corazón para dar vida a “ Cien cárceles de amor".
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Quiera la buena estrella alumbrarle el camino para premiar
su abnegación . Porque el sufrimiento le esclaviza como al blanco .
La herencia de sus mayores que es gloria, llame pronto a
la puerta del que pueda darle un material bienestar, para decir
con orgullo no hay esclavos en mi Patria ¡hoy!
El trabajo delibera, pero el sacrificio de quien se entrega a
él, abrumado por eventuales circunstancias, sin pocber elegir
libremente su vocación, entonces aquél se convierte en cadenas
que ata por horas y pone grillos al prisionero soñador.
Por eso quisiera que su nuevo libro “Cien cárceles de amor 99
le abriera las puertas de la liberación material, problema en
que lleva años de incruenta lucha, porque su vuelo espiritual
ya le ha remontado y no volverá, cual Icaro, sino que sus alas
triunfantes la llevan al norte que señala su brújula poética : la
Olímpica mansión.
Isaura Bajac de Borjes
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jardín de los poetas
JUICIO/
Es sorprendente el caso de esta admirable mujer,
Virginia Brindis de Salas, heredera de un nombre
tan ilustre como lo es el del genial Paganini negro.
Yo que tengo la dicha de conocerla y de ser tes-
tigo de su vida sacrificada, tan llena de dificultades
de toda índole, soy el primer asombrado de su heroi-
cidad que se trasunta en su producción poética, que
le nace, así, de pronto, como obedeciendo a una ur-
gencia de la hora en que vive, tal vez brotada como
agua de consuelo para sí misma y los compañeros
de raza y de infortunio.
Aunque no tuviera más destino que éste que
apuntamos, ya sería meritoria la obra de Brindis de
Salas. Pero es el caso, que de pronto nos sorprende
con poemas definitivos, logrados tan plenamente y
tan ricos en imágenes novedosísimas a fuerza de re-
velarnos el encanto de las cosas bellas o dolorosas
que afloran en torno nuestro cotidianamente y que
no advertiríamos si el poeta no las revelara.
Bienvenido, pues, este libro de versos “Cien Cár-
celes de Amor”, que además de ser el más completo
de poesía negra que se publica en el Uruguay, mere-
ce por algunos de sus poemas, como “Mi corazón” y
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“Abuelo Mon”, éste último consagrado con un cálido
elogio de Gabriela Mistral, ser digno de figurar en
primera línea en la prestigiosa literatura de nuestro
país.
Humberto Zarrilii
O
Eco de herrumbrosas cadenas girando en ergui-
da y yacente protesta. Es lo esencial de la poesía de
Virginia Brindis de Salas.
Mariano Olivera Ubíos
O
Montevideo, Junio 25 de 1946.
Señora Virginia Brindis de Sala.
De mi alta estima:
Un apellido ilustre preside este libro “Pregón de
Marimorena” que Ud. gentilmente ha hecho llegar a
mis manos y que he leído con vivo interés. Una gran
alma lírica hace resplandecer sus poemas, con una
intensa, amarga y rebelde voz de raza, que Ud. enri-
quece con su canto. Ya está Ud. en la ladera de la
montaña tremenda de la poesía. Ojalá no la lastimen
demasiado las breñas espinosas, las gujas agudas, las
emboscadas en la sombra.
Con su sensibilidad, es seguro que mucho han de
hacerla sufrir. No importa. Cante, como en ese libro,
dándose entera y generosa a su misión. Posee ya los
elementos sagrados.
La felicito y le deseo el dolor y el triunfo.
Muy atte.
J. de A.
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Evidencia atavismo y dulzura esta brillante pro-
ducción de Virginia Brindis de Salas: “Cien cárceles
de amor”.
Magnífica alfarera de prodigios, trueca el símbolo
del aherrojado, que aún debe vibrar en sus hondones
ancestrales ritmos, en un cálido alvéolo de ternura.
Por eso hay en su musa rebeldías, simbolismo, as-
cua de antiguos crisoles, pero surge en esencia purifi-
cada y honda; sencilla y dolorosa. Como el guardafaros
que en la noche de borrascas, mantiene en alto la lum-
bre aunque su rostro se llene de sal, de yodo y de lá-
grimas . . .
Iris de López Crespo
O
De Gabriela Mistral a Virginia B. de Salas.
San Francisco de California. LOS ANGELES.
Querida Virginia:
Un largo silencio se ha prolongado entre Ud. y yo ;
siempre recuerdo, nuestra amistad nacida en la Ar-
gentina, querida hermana en triunfos y en el dolor;
luego de darme una fiesta espiritual con su precioso y
valioso Pregón de Marimorena, que llegó hasta este
rincón sus dos poemas del próximo segundo libro titu-
lado “Cien cárceles de amor”. Mi corazón y el sueño
de Abuelo Mon, la elevan a las alturas de la fama co-
mo su padre, en la pintura, como sus tíos en el violín y
en la guitarra.
Le auguro éxitos y sé que nada la hará cambiar de
rutas: cante querida Virginia que Ud. es la única y la.
figura entre su raza del Uruguay; en Los Angeles se
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conoce su poesía, en el Oeste. ¿Ño canta más romanzas
y lamentos?...
Yo la he recomendado para unos artistas que via-
jan hacia esas playas, quizás Ud. pueda crear algo para
el cine; le envío un recuerdo por intermedio de mis
amigos y le digo : que vendrá Ud. un día en aras de su
triunfo, a Los Angeles; lo mismo que los chilenos, la
queremos de corazón como a Juana de América, a Za-
rrilli, a Manuel de Castro y Ortiz Saralegui, y muchos
otros queridos uruguayos.
Por amigos diplomáticos sé de Ud., de sus tareas,
y quiera Dios que este libro sea la llave que abra el
cofre de dicha a la única negra valiente y decidida que
yo conozco en el Uruguay.
Un abrazo grande como mi afecto.
GABRIELA
O
Virginia Brindis de Salas.
Cumplido un acarreo me allegué al rancho de mis
amores. Amargueaba junto al fogón con la patrona,
mientras un costillar se doraba en las brasas de unos
coronillas, y en la prosiada salió a luz la versada que
Ud. había compuesto pa’ su raza, recordarme cuasi
enseguida de mi fiel y querido negro B enicio jué sólo
un momento, negro como el carbón, corpulento y duro
como el quebracho, de alma noble y sencilla, era pa’el
patroncito como me solía llamar el padre, el amigo
y el consejero.
Por eso Virginia, quiero a su raza, y aunque en
principio fueron tenidos como esclavos, hoy ocupan el
lugar que se merecen en el corazón de los que sentimos
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la libertad y nos liemos hermanaos en los mesmós
principios de igualdad y respeto.
Fué un negro altiva y valiente, fiel hasta la muer-
te, el que acompañó a nuestro Artigas hasta la lejana
Patria del Paraguay, siempre fiel y consecuente; fué
un negro de alma grande y de inspiración que le cantó
a Paysandú ; nombro a estos dos porque uno era nues-
tro y el otro argentino, hermanaos por un mesmo sol
y un mesmo cielo, y hoy Ud. les canta a todos por
igual ; siga por esa senda, y aunque se quede algún día
sin lectores, acuérdese que hay en mí un corazón gau-
cho que siempre aunque sea a los tropezones, me pon-
dré a leer sus versadas.
G. BORGES
Montevideo, enero 28 de 1949.
O
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“T \ is dos tíos ilustres”
Voy a hablar brevemente, pues el tratamiento
ocular que me trae a Buenos Aires, me impone un re-
poso a mis ojos que me sustrae por ahora, casi comple-
tamente a mi amada tarea de escribir, por último, no
quiero dejar de hablar de dos hombres de mi raza y de
mi sangre, que en esta gran ciudad magnífica, tuvieron
su corona de gloria y su cruz de martirio: Claudio
Brindis de Sala, el gran violinista y Gabino Ezeiza, el
extraordinario payador, el lírico puro, que hizo de su
inspiración unida a la voz sonora de la guitarra, una
conmovida devoción nacional. Ofrezco la emoción de
estas evocaciones, a mis amigos bonaerenses. Es un pu-
ñado de margaritas orientales ; de margaritas punzó,
como en la dulce y adorable canción de Fernán Silva
Valdés, nuestro bardo ilustre, ahora tan enfermo, des-
dichadamente. Tan enfermo que, con humildad y
asombro uno le gritaría a la Divinidad: ¿Es posible
que sufran los dioses? Y la voz de la historia, esa
tremenda voz de tan verídicos acentos, me contesta-
ría, como siempre :
Sí: por eso murió en el dolor y la miseria aquel
ser de excepción que en su época fue llamado “el
Paganini negro”, por su arte y el “Apolo de ébano”
por su escultural y viril belleza. Por eso terminó casi
de igual modo sus días Gabino Ezeiza, el triunfal
cantor que electrizaba a las masas gauchas y popu-
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lares, con su verbo romántico de iluminada gestación.
Yo siento en el pecho, cuando hablo de estos dos hom-
bres ilustres que me legaron su sangre, un orgullo
doliente, una ternura expectante, porque quisiera en-
fr ntarme con sus sombras y preguntarles mi sino.
Claudio Brindis de Sala nació en Cuba, la isla
maravillosa de Marti, el héroe y el santo, libertó le-
gándole su gran código de justicia y democracia, que
ha adoptado todo el continente. No tuvo cuna de es-
clavo ni de pobre. Todo le sonrió en la vida. Los pú-
blicos europeos y americanos lo aclamaron en apo-
teosis inolvidables ; fue amado, fué rico, fué célebre.
Cuando se rompió su estrella, en uno de sus ca-
taclismos del destino que parecen repercutir en el
ritmo eterno de las esferas, vagó mísero y olvidado
por este mismo Buenos Aires, que un día tuviera pa-
ra él todos los mimos del éxito, todo el esplendor de
la fama, toda la magnificencia que se concede a los
que conquistan la victoria. El Paganini negro, murió
oscuramente y miserablemente. Pero su sombra po-
see la riqueza indestructible de la gloria.
Gabino Ezeiza amó su tierra argentina con una
inmensa pasión de buen hijo. Cotidianamente era el
objeto de sus improvisaciones y era la patria amada,
como una novia que en la vidalita o la décima, fuese
exaltada con supremo amor.
Los gandes hombres de mi sangre y de mi raza,
señores. Esta raza de tan grandes valores morales,
que cuando se quiere hablar de fidelidaad y nobleza,
a ella se recurre y cuando se necesita recordar el co-
raje desbordante o sufrido, ella es también un exacto
punto de referencia. Al evocar a estos dos negros ilus-
tres y líricos, cómo me lleno de esperanza en el por-
venir y cómo pienso en la conquista lenta y segura de
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la liberación de la raza. Algún día, Africa, su cuna,
resplandecerá por ella. Bien sabemos como en Esta-
dos Unidos la colectividad es ya una fuerza positiva
y creciente, con grandes cerebros científicos y crea-
dores. Sobre ese fragmento de humanidad que he-
cha como si renovase día a día la hazaña de los tita-
nes, Marian Henderson, como un ruiseñor divino, da
su canto, eleva su trino inmortal.
Negros de todo el mundo; negros de América,
negros de Europa; ¡oh! fuerte y querido Rene Marán!,
no olvidéis dos glorias que si me pertenecen a mi por
herencia de sangre, os pertenecen también a todos por
herencia de raza: Claudio Brindis de Sala el magnífi-
co; Gabino Ezeiza, el célebre. Yo me inclino reveren-
te ante sus sombras inmortales ! . ..
Virginia Brindis de Salas
Porque mi corazón
es miel y blanda cera
pecho ha de ser herido
hasta que muera
y mientras sueño, espera y desespero,
y en cárceles de amor
muriendo, muero.
Virginia
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Crisantemos
Crisantemos de Mayo . . .
Crisantemos de Otoño . . .
Unos blancos y otros rojos,
Lilas y amarillos.
Dobles y sencillos,
Matizados otros.
Bella flor de mayo,
Eres ilusión . . .
Ilusión de novia.
Novias que soñaron con un traje blanco . . .
Un ave María . . .
Y sus ilusiones que quedaron truncas,
Como el crisantemo que no se arrancó
Se secó en la planta,
Igual que la novia, que murió de amor.
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£a Carta
Nada ha muerto . . .
Ni la primera cita,
Ni aquel tu primer beso,
Ni el dulce hasta mañana.
Tu acento enamorado
Mantuvo de mis noches
El sueño desvelado:
De niña me decías
Y era pura mi alma
Y era grande mi anhelo,
Será testigo el cielo
Que nada habrá en el mundo
Que pueda separarnos.
¿ Recuerdas ?
Y mi alma que fue tuya
Y tuyo fué mi cuerpo,
Mi amor, toda mi vida
Cual lirio perfumado
Y un viento deshojado . . .
Pues tuya es esta carta
Que acaso no comprendo
Ni volveré a leer;
Me sumo en recuerdo,
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Y era tibio tu aliento.
Tu voz emocionada
De gracia delicada.
Que frías tus palabras
Que me hablan de arrebato,
De cosas ya pasadas.
¿Me pides que te olvide?
¿Que olvide yo el instante
Supremo de mi vida?
Nada ha muerto,
Ni la primera cita,
Ni aquel tu primer beso.
Ni el dulce hasta mañana.
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yfbuelito 7A.on
Me cabe el cañaveral
en cuatro dedos de ron.
Poco paga el yanqui ya
por este millón de cañas
que el negro sembró y cortó.
Mas no me trago este trago,
porque es trago de sudor.
Aquí el borracho es marino,
pero si se pone a andar
se ve que es de tierra el mar.
La ola suelta de un trago
aquí siempre es de huracán.
Mas si aquello va al hocico
con el instinto del cacho,
es que el ron siempre al borracho
le quema primero el pico.
Y por el pico esta vez
no es mi tufo el que echaré;
le voy a tirar al rico
desde aquí toda mi sed.
Cantando tal vez no pueda
pasar algodón de seda . . .
Mas como quiero cantar
bien claro, me voy a echar
todo el Caribe en un trago.
Y este viaje yo no pago
si ya el viajero es el mar.
Y mataré con mi boca
lo que con balas no mato.
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Si un hombre cuerdo es barato,
que se me baje a los pies
el trago que no me achata,
que calientes de bachatas
con mis pies quiero esta vez
un idioma hablar que diga
que el ron no está en mi barriga,
que bajo este sol mulato
el ron no está en mis zapatos,
pero que también sin fiesta
si está el yanqui, se me junta
el ron en aquella punta
con la que mi potro vuela,
porque ante el yanqui borracho
se me emborracha la espuela.
Es que poco o mucho ya
me saco lo mío hoy;
me lo saco, porque el mar,
aunque se pone a golpear
puertos que de aquí no son,
siempre con mañas de ron
¡qué criollo camina el mar!
Me saco este grito hoy,
me saco este hueso ya;
¡que como en olas van rumbas
nunca estará yanqui el mar!
Pero como el negro suelta
agua - triste como yo.
Mientras el yanqui en el bar
duerme su siesta de ron.
Este trago no me trago
por ser trago de sudor.
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“T\\ Corazón”
Dije a mi corazón:
estás cansado
como águila en prisión,
odias la vida.
Si es cierto en ti
que la ilusión perdida
se esfumó con la sombra del pasado .
Yo te sé luchador
gigante y bravo;
ha palpitado en ti
sangre de esclavo.
Y eres fuerte y viril
como el acero.
¿Por qué palpitas trágico y callado?,
¿Por qué no te libertas de tus rejas?
Y habló mi corazón:
— “Amo y espero . . ”
^Navidad palermitana
Cielo con muchas estrellas
Y luna blanca y redonda.
Qué linda que fue en Palermo
La noche de Navidad.
Enfarolada de cañas
Y de vinachos guerreros
La negrada entusiasmada
Hacía repicar los cueros.
Candombe de Navidad,
Candombe de sol caliente,
Reminiscencia africana
Que reviven los morenos
En nuestra fiesta cristiana.
Recinto de los esclavos
Del viejo Montevideo,
En donde por vez primera
Repicó mi tamboril.
Con mi candombe te evoco,
Con mi candombe te canto
Porque hoy los negros son libres
En esta tierra Oriental.
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£a Criada de Color
Poema
A pesar de su risa estridente que alegra,
El rostro de la negra,
Fulge de sus pupilas un no se qué de origen:
Con ese primitivo mirar y su aborigen
Que en su piel de color su raza integra;
Y hace pensar en tribus y esclavos que se rigen
Por el servil recato de timidez sumida,
En angustia y zozobra de miserable vida
De quienes se lo exigen . . .
Con una resignada paciencia que obedece,
A todo ese mandato de rigor que estremece
Sentimientos muy hondos que vibran un latido,
Sobre el pecho cansado de sentirse oprimido . . .
Anhelos que fracasan entre tantos ultrajes
Como reminiscencias de aquellas selvas vírgenes:
Ocultas en frondosa fecundidad de bosques.
Por entre los paisajes
Sobre tierras salvajes
Verde aceituna y ocres...
La risa agudizada sobre sus dientes blancos,
Guarda en lo más profundo castigos de otra raza ;
Como pasión ferviente de querer libertarse,
Del ímpetu despótico con que se le rebaja.
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Cuando hasta se le ultraja,
Y tiene que humillarse
Con la cabeza baja!!!
Por eso es que en su risa como grito estridente.
Hay recuerdos remotos del Pasado al Presente.
Y ahí se “desencaja”
Fuera de todo ambiente:
Y evoca los vestigios de ahogadas rebeldías,
Que curvan reverencias como de servidumbres,
Agrietando su rostro que hasta padece y se aja.
Mientras se resquebraja
Con débil pesadumbre,
Es la amarga tortura de tener mieldo al ¡amo!!!
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“Tíuésped en polvo”
Esto que lo rodea,
esto que en la distancia tiene su primitiva,
su inevitable fuerza;
esto que ya te sale de tu cuerpo,
esto que no te sale de tu cuerpo,
esto que sale a tiempo de planetas antiguos;
esto que viene sin horario, furioso y desatado,
esto que viene siempre
levantado de clima de animal y de ángel,
y a veces,
de lágrimas de viaje,
y a ratos,
de caprichos, de algo
que siendo lo accesorio se levanta y de súbito
te resume distancias,
como si de repente se escuchara en su gota
conversación de siglos.
Pero a veces,
tú lo dejas caer como piedra,
como una piedra simple,
esto que casi siempre no se cae como cosa
de física inocente . . .
i
Esto que tiene a veces palabras en latín,
olor de incienso alto,
esto que cabe a veces en un anillo serio.
27
Huésped de yodo
Todavía este viento. No para los veleros.
Sí para los que ha tiempo te navegan los ojos.
Allá los barcos fijos a los pies del océano;
allá con sus costillas de ballena sin carne
como un bosque desnudo. Todo barco que muere
se envuelve con la misma esmeralda rabiosa.
Ya no podrás volver (usan tus pies ciudades).
Además, ya conoces los árboles del agua,
los que un día te hicieron presentir en el fondo
que existe alguna cosa que hace versos, la cosa
que no es hombre y le pone jardines a los peces.
Sabemos que tu oficio fue pescador de perlas.
Sabemos que tu brazo se alargó como un grito
que algo buscas en el agua. Sin embargo, tus ojos
caen con un retazo de campana temible.
Pero el mapa, ese mapa. ¿Tú ves bien ese mapa?
Aquí la tierra grande como un grito de pan.
Y este viento, ¿lo sientes? No es el viento marino,
huele más bien a manos, huele más bien a piernas.
Un continente es fácil. Es lo fijo tan fácil
que casi no se nubla... Tacto siempre, ¿qué más?
T|u sonrisa de piedra y un poco de tierra
y otro poco de mar. (Tu quietad hace leguas).
.f
Sabemos que tu oficio fué pescador de perlas.
Sin embargo, tú nunca dices cosas bonitas.
¿Será porque en tu llaga Dios se te está pudriendo?
28
paz de ,/frbol
Donde la voz parece más del árbol,
donde el hombre se un árbol
aquí donde los ojos de los niños . . .
Tal vez aquí no puedo decir nada,
tan cerca estoy de cosas que están
siempre, desnudas
puede mi tiempo ahora hervir la tarde.
Yo vengo de tan lejos y de tantas palabras,
vengo de tantas manos y de carne con
precio,
vengo de tantos vientres con inéditos
gritos,
que me sube la voz
igual que un ojo.
Aquí, donde este hombre
para decirme que no tiene
ropas,
desentierra los huesos
de su sonrisa:
tu azucena saliente y definida,
la azucena harapienta.
Es que tal vez comprende que
por su herida grande
pueden salir más
pájaros y ríos.
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Se te van desprendiendo:
los ojos,
los brazos,
la sonrisa,
la voz,
tu cifra líquida.
¿Con qué entonces
vas a llenar tu aire de preguntas?
Tal vez con esta gota que está anciana de pura,
con esta gota blanca que se te cae tan vieja
como el mar que era gente en el primer sudor.
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Cantos
En los bosques seculares
del Africa Virginal
Donde el león y el fiero chacal
aterran al colibrí.
Con las aves de los trópicos
hace el plumaje altanero.
Y donde canta el jilguero,
allí fue donde nací.
Si el sol, sol tostó
a mi frente, no igual a
mi corazón.
A la inspiración
de esta gran familia humana.
Aprendiendo los deberes
negros : no rechacen los placeres
que ensanchan al corazón.
NEGRO: SIEMPRE TRISTE
Tristezas de negros
tu canto es dolor, silencio,
humildad.
No cruces los brazos;
los negros no deben cruzarlos
jamás.
Tus antepasados los cruzaron ya . . .
Por temor al amor, por esclavitud
negro triste olvida . . .
Los buques negreros, aquellas sentinas oscuras
del barco, horrores, el hambre,
azotes sufridos, olvídalo todo;
que lentamente viene, la ansiada libertad!
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Yo negra soy
Porque tengo la piel negra
¡ Esclava no ! . . .
Yo nací de vientre libre.
Badagris Badagris, dictador
de la puñalada y el veneno.
Espíritu vuelto de los cañaverales
del Tafiá, Padre, del rencor
y de la ira,
negro: implora al
Legbá, Dembolá, Uedó, Avidá.
Yo negra soy,
porque tengo la piel negra.
¡ Esclava no ! . . .
32
^Negros,,,
Alarde de dientes blancos
Elevándose en la roja pulpa de las sandías.
Hombres que cantan y cantan sus penas.
Con el alma asomada a la boca.
Entre los cañaverales
El ojo avizor del hombre blanco
Al final,
A la noche hosca . . .
La oscurece el bongó.
Tíay algo en mis venas
Vuelvo y me digo: la raíz es del hombre;
debe haber otra vez algo en mis venas,
reconociéndolo todo, penetrándolo todo,
como un largo puñal vestido de palabra.
Yo siento que me duele la piedra sin tocarme.
Aquí la fuga es mía, la disgregada cosa.
Hacedme herida, tiempo; golpeadme, tiempo, el sueño
que por mi herida sale, la estatua de mi silencio.
Algo tendré que busco los pétalos obreros.
¿Tendré altura de rosa? ¿No mediré ya el viento?
Alguien busca y encuentra por mis perdidas venas
la familia de luces que la epidermis calla.
Estos huesos que siempre los muevo, dirigen
si el armazón no fuera de una palabra, un (hambre)
si la mano en la sombra.
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¿‘Raza?
Y aquí tienes la fecha: todo lo que tú viste
leve como la sombra. Todo lo que tú viste
dormido sobre piedras, sobre estatuas salvajes,
sobre las que tu frente prolongaba caminos,
pero caminos grandes; nada de los que a veces
peregrinan a sombra la palabra más pura;
nada de los caminos que ponen en las manos
metales que deslumbran y oscurecen al hombre.
Tú traes tu viajero, casi junto a las venas,
y tan cerca del lirio, y tan cerca del asno
no eres . objeto siempre (la piedra lo sabe),
mas no importa que ignore, son así las ciudades.
Oye la tierra a veces sus cabellos de vidrio.
El agua de tus ojos también le llega limpia.
Aquí la carne sabe a tierra buena.
Aquí no engaña el verde que mastica el cordero,
ni aquel que sube a veces por los ojos del ario (*) ;
todo tiene la fuerza de mansedumbre tuya,
y todo tiene un poco de azul como aquel pozo.
Ya ves que el cielo a veces se derrite y te dice
que todo es para el ciego cosechero de trigo,
que todo es para el padre que hace gritos sin ropa,
(*) Amo en africano.
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que todo es para el diente que encanece el instinto,
que todo es para el mudo que se trae en las manos
un retazo de monte, y otro poco de cielo . . .
Todo aquello te pone más fácil y más claro,
3^ te sube a la voz, tan precisa, tan justa;
esto y lo que no saben los metales que compran,
hay un metal que habla con la voz que lo afila.
Tú que tienes las manos tan justamente limpias
que se te llenan siempre de ojos municipales;
tú que llevas los dedos tan simplemente abiertos
lo mismo que diez frutos que ante el filo maduran;
es que siempre en el aire primitivo del hombre
oigo gritos de piedras, rumores tan antiguos
que pueden ser de ahora, cuando el aire es de bala.
Sin embargo, no tienes una tierra con cielo,
no la tienen tus manos, y tiene tu grito.
El tamaño que tiene pequeñeces de carne
te echa al aire la sangre, y así quiere crecer,
y así quiere de aquello . . . Siendo la carne tierra
que no quiere ser baja cuando quiere ser hombre,
¡cuando quiere ser hombre!
Tú vienes de las nieblas igual que el Continente.
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ftamento “Negro
¿Sabe, compañero.
Qué cosa me hicieron?,
Todo me estropearon;
Es una crueldad.
Pronto llega el día
Que todo concluye
Y entonces el negro
Tendrá libertad.
Andembo y andembo.
No cobrar la infamia
Que Pancho sufrió.
Qué importa que el alma
Se encuentre oprimida
Si un rayo de luz,
Nos puede dar vida!!!
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Caballito
Cuando la hierba para ser más niña
venía como un ángel de la ubre.
Cuando vestido de azucena el tiempo
me ensuciaba.
Desde que vino la palabra falda
lavada por los pasos de los niños.
Antes de que supieran que con sangre
los violines.
Casi cuando la infancia galopaba
en caballito de madera muerto
tal vez cuando la patria era haragana
como quel caballito.
Cuando vestido de azucena el tiempo
entonces . . .
no mis sueños, mi infancia modelaba.
38
'Inmóvil
Hay algo,
hay algo tuyo aquí . . .
pero no,
yo no quiero mirarlo,
la mirada lo rompe.
Aquí tengo lo más visible tuyo,
tus manos.
Pero tus manos, para decir las cosas,
más que para tocarlas.
Hay algo más,
tu frente,
tú misma,
sí, te alejas, huyes! . . .
Casi nunca estás contigo.
39
paz, ¡Bendita seas!
Madre, Madrecita Santa.
Haz que tus plegarias sean escuchadas
Por el redentor.
Señor : que cese la guerra . . .
Por las Madres, Novias, Niños inocentes,
Dios : que seamos libres . . .
Madre: tú que sabes del dolor,
De amor, de sacrificio;
Tú que has sentido palpitar
En tus entrañas el fruto bendito
Del amor . . .
Detente, piensa en las otras
Madres de la tierra,
Que el psiquismo que ha conmovido al mundo,
Como plaga infernal
Fenezca en una mañana luminosa
Y que nuestros corazones tumultuosos,
Hagan vibrar la lira de la paz.
Nuestros labios victoriosos
Este himno de paz entonarán :
...¡PAZ, BENDITA SEAS!
40
©edicatorias a
Virginia S, de Salas
Perfil de una mujer,
De ojos ardientes.
De Mari Morena.
Manos valientes, así tal eres
Así te pintas en tu Pregón
De Mari Morena,
Esas tus ansias.
Tu grito ardiente.
Tu Cristo Negro,
Tu Unguet sonriente ...
Los he leído con devoción
Pensando en ti, mujer morena,
Mujer morena, que quieres ver
Tu raza libre y ensalzada
¡No desanimes!
Que estás ganando tú la batalla!
Virginia, orgullo de raza negra.
Mujer que escribes de corazón . . .
Mujer morena tu raza negra que despreció
Yo te recojo mujer morena
En esta otra de corazón.
Mujer que te perfilas ante mis ojos con emoción
Mujer morena, mujer morena,
Recibe aquí mi admiración.
Texeiras
41
Marta De Mezquita
CANTO A
VIRGINIA B. DE SALAS
Virginia dolor de nombre.
Virginia de algodoneros.
Canto en sonido de lonja.
Tristeza en repique lento.
Voz de la América nueva
en Changó de los abuelos.
Grito del Sur y del Norte
en talla de fino ébano.
El Sóngoro Consongo suena.
Y él, profetiza el alba.
Venas que abren en ríos,
llegan de tierra antillana.
Virginia; tus ojos miran
picapedreros mulatos.
Dolor en los cafetales,
manigua plena de esclavos.
Traspasas la selva libre.
Te internas en los ingenios.
Recoge la voz de siglos,
llanto de barcos negreros.
Candombes del coloniaje
Compás del Yambo Cumbá.
Trae a tus versos Macumba
dolor de raza ancestral.
42
Virginia del canto fuerte.
Virginia, voz musical.
"Pregón de Marimorena’’
en himno de Libertad!
Elvira Comas Vieytes
O
VIRGEN MORENA
A V. B. DE SALAS
Olor de azahar
tengo una pena
con un cantar.
Vibra sonora
La breve copla
Triste es la hora
Que el viento sopla.
Eres tan suave
Y tan sencilla
como ala de ave
De campo en trilla.
Dentro de tu alma
Está encendida
La luz que caima
Fuego de vida.
Dulce serenata,
Cántico de amor.
Puente de plata
Tendido a babor.
Hueste viajera
Remanso sutil.
43
A VIRGINIA BRINDIS DR
SALA
Me ha llegado su carta!
ay, mi amiga Virginia!
¡Con que perdió mis versos!
¡Qué cosas de poetisa
tiene usted! ¿Le gustaron?
Y ahora los solicita
de nuevo. Es imposible.
Eso no se fabrica.
Se engendra, nace, vuela
y una oscura y fatídica
ley, igual a la otra
que nos rige, ¡la vida!
le marca la existencia.
El canto vivió un día.
Floreció. Realizó
su misión. La Poesía
debe tener un cielo
de existencia infinita.
Mi “Igualdad”, si merece,
vive en tal región lírica.
La hallarán sus poemas,
si allá van, buena amiga.
Montiel Ballesteros
O
ODA A VIRGINIA B. de SALAS
Canta Virginia de Salas,
Canta gaviota sublime.
Hija de Curám Diayé
Canta tus pregones cálidos
44
Yambo alié tango
Bambulá Calungué
Lanza al aire tu pregón
Que es noche de luna clara
Y fría noche de invierno
Y día ardiente de sol
En que un negro se murió.
Era un pobre y viejo negro
Que la miseria postró
Mas, pudo también ser blanco
Que también hay blancos pobres
En este valle de Dios.
Es la voz del conventillo,
Babel moderna e infernal,
En que la virtud es exótica
Y no existe la moral
Es también la voz remota
De nuestra selva ancestral.
Y a veces tiene tu verso
El ardor que da a los cuerpos
nuestro candombe sensual.
Virginia Brindis de Salas,
Hija de Curám Diayé,
Canta tus pregones cálidos,
Yambo ahé tango
Bambulá Calungué.
José C. Santos
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INDICE
Prólogo 5
Jardín de Poetas (juicios) 7
Mis dos tíos ilustres 13
Pensamiento * 17
Crisantemos 18
La Carta 19
Abuelito Mon 21
Mi corazón 23
Navidad Palermitana 24
La Criada de Color 25
Huésped en Polvo 27
Huésped de Yodo 28
Paz de Arbol 29
Cantos 31
Negros 33
Hay algo en mis venas 34
¿Raza? 35
Lamento Negro 37
Caballito 38
Inmóvil 39
Paz ¡Bendita seas! 40
Dedicatorias a Virginia B. de Salas 41
EDITADO EN
COMPAÑIA IMPRESORA S. A. (C.I.S.A.)
ISLA DE FLORES 1582 - TEL.: 40 10 89
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