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Full text of "Virginia Brindis De Salas Cien Carceles De Amor"

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VIRGINIA BRINDIS DE SALAS 



CIEN CARCELES DE AMOR 




MONTEVIDEO 
- 1 9 4 9 - 



CIEN CÁRCELES DE AMOR 




D EDICADO con toda la admiración que es- 
tremece las alas de mi alma ante la re- 
velación de espíritus dilectos , a los integran- 
tes de la “Peña Meri ... ”, a través de su más 
alto representante , Humberto Zarrilli; a la 
Agrupación de Residentes Minuanos y al Gru- 
po Americanista. 



DEL MISMO AUTOR: 

PREGON DE MARIMORENA. 

O 

EN PREPARACION: 

CANTOS DE LEJANIA. 




PROLOGÓ 



A VIRGINIA BRINDIS DE SALAS 

/ Corazón ! manantial de amor del psiquismo humano. 

Eje del que parten los cálidos rayos para vivificar el amor 
maternal, de esposa, de amigo , fuente de amor ! 

Carcelero que abres las puertas, sístole y diástole, divino 
son que hace vibrar las fibras y quiebra las quejas que apri- 
sionan cual rejas al amor. Y¡ en el corazón de Virginia se unie- 
ron los lejanos lamentos de su raza. Las buenas Hadas no me- 
cieron la cuna de ébano de sus antepasados. Sus errajes fueron 
de esclavitud. Escala descendente vibraba en el alma del blanco 
con chasquidos de aquilón. Impotentes para ver en el ascua de 
los ojos de una raza, resplandores de luz. Por eso, “su Cristo" 
se retuerce. La fragua de los blancos, reblandece el hierro de 
sus músculos y sus labios murmuran : Liberación. 

El leño de su cruz echó raíces que el viento del olvido no 
ha borrado, pero (( su Huésped de polvo " es lluvia benéfica que 
a través del prisma de su espíritu musita: Perdón. 

Ola de llanto que castiga en la noche el arrefice del alma 
y busca al llegar el día del camino del sol. 

¡Corazón! que pulsas la heredad de una raza, que tan de 
cerca toca a Virginia, por el talento dp su predecesor y por su 
tío al gran Brindis de Salas, que escaló en el pentagrama la 
legión más alta: el alma. 

Desde que el hombre pudo vislumbrar sus vivencias espiri- 
tuales, busca simbolizarlas ya en la estrella , o su inquietud , cual 
ícaro lo lleva al éter, o busca ansioso el reino de Poseidón. 

Virginia inaugura hoy, la ruta más segura, tejida con fibras 
del corazón para dar vida a “ Cien cárceles de amor". 



5 




Quiera la buena estrella alumbrarle el camino para premiar 
su abnegación . Porque el sufrimiento le esclaviza como al blanco . 

La herencia de sus mayores que es gloria, llame pronto a 
la puerta del que pueda darle un material bienestar, para decir 
con orgullo no hay esclavos en mi Patria ¡hoy! 

El trabajo delibera, pero el sacrificio de quien se entrega a 
él, abrumado por eventuales circunstancias, sin pocber elegir 
libremente su vocación, entonces aquél se convierte en cadenas 
que ata por horas y pone grillos al prisionero soñador. 

Por eso quisiera que su nuevo libro “Cien cárceles de amor 99 
le abriera las puertas de la liberación material, problema en 
que lleva años de incruenta lucha, porque su vuelo espiritual 
ya le ha remontado y no volverá, cual Icaro, sino que sus alas 
triunfantes la llevan al norte que señala su brújula poética : la 
Olímpica mansión. 

Isaura Bajac de Borjes 



6 




jardín de los poetas 

JUICIO/ 

Es sorprendente el caso de esta admirable mujer, 
Virginia Brindis de Salas, heredera de un nombre 
tan ilustre como lo es el del genial Paganini negro. 

Yo que tengo la dicha de conocerla y de ser tes- 
tigo de su vida sacrificada, tan llena de dificultades 
de toda índole, soy el primer asombrado de su heroi- 
cidad que se trasunta en su producción poética, que 
le nace, así, de pronto, como obedeciendo a una ur- 
gencia de la hora en que vive, tal vez brotada como 
agua de consuelo para sí misma y los compañeros 
de raza y de infortunio. 

Aunque no tuviera más destino que éste que 
apuntamos, ya sería meritoria la obra de Brindis de 
Salas. Pero es el caso, que de pronto nos sorprende 
con poemas definitivos, logrados tan plenamente y 
tan ricos en imágenes novedosísimas a fuerza de re- 
velarnos el encanto de las cosas bellas o dolorosas 
que afloran en torno nuestro cotidianamente y que 
no advertiríamos si el poeta no las revelara. 

Bienvenido, pues, este libro de versos “Cien Cár- 
celes de Amor”, que además de ser el más completo 
de poesía negra que se publica en el Uruguay, mere- 
ce por algunos de sus poemas, como “Mi corazón” y 



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“Abuelo Mon”, éste último consagrado con un cálido 
elogio de Gabriela Mistral, ser digno de figurar en 
primera línea en la prestigiosa literatura de nuestro 
país. 

Humberto Zarrilii 
O 

Eco de herrumbrosas cadenas girando en ergui- 
da y yacente protesta. Es lo esencial de la poesía de 
Virginia Brindis de Salas. 



Mariano Olivera Ubíos 



O 

Montevideo, Junio 25 de 1946. 
Señora Virginia Brindis de Sala. 

De mi alta estima: 

Un apellido ilustre preside este libro “Pregón de 
Marimorena” que Ud. gentilmente ha hecho llegar a 
mis manos y que he leído con vivo interés. Una gran 
alma lírica hace resplandecer sus poemas, con una 
intensa, amarga y rebelde voz de raza, que Ud. enri- 
quece con su canto. Ya está Ud. en la ladera de la 
montaña tremenda de la poesía. Ojalá no la lastimen 
demasiado las breñas espinosas, las gujas agudas, las 
emboscadas en la sombra. 

Con su sensibilidad, es seguro que mucho han de 
hacerla sufrir. No importa. Cante, como en ese libro, 
dándose entera y generosa a su misión. Posee ya los 
elementos sagrados. 

La felicito y le deseo el dolor y el triunfo. 

Muy atte. 

J. de A. 



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Evidencia atavismo y dulzura esta brillante pro- 
ducción de Virginia Brindis de Salas: “Cien cárceles 
de amor”. 

Magnífica alfarera de prodigios, trueca el símbolo 
del aherrojado, que aún debe vibrar en sus hondones 
ancestrales ritmos, en un cálido alvéolo de ternura. 

Por eso hay en su musa rebeldías, simbolismo, as- 
cua de antiguos crisoles, pero surge en esencia purifi- 
cada y honda; sencilla y dolorosa. Como el guardafaros 
que en la noche de borrascas, mantiene en alto la lum- 
bre aunque su rostro se llene de sal, de yodo y de lá- 
grimas . . . 

Iris de López Crespo 



O 

De Gabriela Mistral a Virginia B. de Salas. 

San Francisco de California. LOS ANGELES. 

Querida Virginia: 

Un largo silencio se ha prolongado entre Ud. y yo ; 
siempre recuerdo, nuestra amistad nacida en la Ar- 
gentina, querida hermana en triunfos y en el dolor; 
luego de darme una fiesta espiritual con su precioso y 
valioso Pregón de Marimorena, que llegó hasta este 
rincón sus dos poemas del próximo segundo libro titu- 
lado “Cien cárceles de amor”. Mi corazón y el sueño 
de Abuelo Mon, la elevan a las alturas de la fama co- 
mo su padre, en la pintura, como sus tíos en el violín y 
en la guitarra. 

Le auguro éxitos y sé que nada la hará cambiar de 
rutas: cante querida Virginia que Ud. es la única y la. 
figura entre su raza del Uruguay; en Los Angeles se 



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conoce su poesía, en el Oeste. ¿Ño canta más romanzas 
y lamentos?... 

Yo la he recomendado para unos artistas que via- 
jan hacia esas playas, quizás Ud. pueda crear algo para 
el cine; le envío un recuerdo por intermedio de mis 
amigos y le digo : que vendrá Ud. un día en aras de su 
triunfo, a Los Angeles; lo mismo que los chilenos, la 
queremos de corazón como a Juana de América, a Za- 
rrilli, a Manuel de Castro y Ortiz Saralegui, y muchos 
otros queridos uruguayos. 

Por amigos diplomáticos sé de Ud., de sus tareas, 
y quiera Dios que este libro sea la llave que abra el 
cofre de dicha a la única negra valiente y decidida que 
yo conozco en el Uruguay. 

Un abrazo grande como mi afecto. 

GABRIELA 

O 

Virginia Brindis de Salas. 

Cumplido un acarreo me allegué al rancho de mis 
amores. Amargueaba junto al fogón con la patrona, 
mientras un costillar se doraba en las brasas de unos 
coronillas, y en la prosiada salió a luz la versada que 
Ud. había compuesto pa’ su raza, recordarme cuasi 
enseguida de mi fiel y querido negro B enicio jué sólo 
un momento, negro como el carbón, corpulento y duro 
como el quebracho, de alma noble y sencilla, era pa’el 
patroncito como me solía llamar el padre, el amigo 
y el consejero. 

Por eso Virginia, quiero a su raza, y aunque en 
principio fueron tenidos como esclavos, hoy ocupan el 
lugar que se merecen en el corazón de los que sentimos 



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la libertad y nos liemos hermanaos en los mesmós 
principios de igualdad y respeto. 

Fué un negro altiva y valiente, fiel hasta la muer- 
te, el que acompañó a nuestro Artigas hasta la lejana 
Patria del Paraguay, siempre fiel y consecuente; fué 
un negro de alma grande y de inspiración que le cantó 
a Paysandú ; nombro a estos dos porque uno era nues- 
tro y el otro argentino, hermanaos por un mesmo sol 
y un mesmo cielo, y hoy Ud. les canta a todos por 
igual ; siga por esa senda, y aunque se quede algún día 
sin lectores, acuérdese que hay en mí un corazón gau- 
cho que siempre aunque sea a los tropezones, me pon- 
dré a leer sus versadas. 

G. BORGES 

Montevideo, enero 28 de 1949. 

O 



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“T \ is dos tíos ilustres” 



Voy a hablar brevemente, pues el tratamiento 
ocular que me trae a Buenos Aires, me impone un re- 
poso a mis ojos que me sustrae por ahora, casi comple- 
tamente a mi amada tarea de escribir, por último, no 
quiero dejar de hablar de dos hombres de mi raza y de 
mi sangre, que en esta gran ciudad magnífica, tuvieron 
su corona de gloria y su cruz de martirio: Claudio 
Brindis de Sala, el gran violinista y Gabino Ezeiza, el 
extraordinario payador, el lírico puro, que hizo de su 
inspiración unida a la voz sonora de la guitarra, una 
conmovida devoción nacional. Ofrezco la emoción de 
estas evocaciones, a mis amigos bonaerenses. Es un pu- 
ñado de margaritas orientales ; de margaritas punzó, 
como en la dulce y adorable canción de Fernán Silva 
Valdés, nuestro bardo ilustre, ahora tan enfermo, des- 
dichadamente. Tan enfermo que, con humildad y 
asombro uno le gritaría a la Divinidad: ¿Es posible 
que sufran los dioses? Y la voz de la historia, esa 
tremenda voz de tan verídicos acentos, me contesta- 
ría, como siempre : 

Sí: por eso murió en el dolor y la miseria aquel 
ser de excepción que en su época fue llamado “el 
Paganini negro”, por su arte y el “Apolo de ébano” 
por su escultural y viril belleza. Por eso terminó casi 
de igual modo sus días Gabino Ezeiza, el triunfal 
cantor que electrizaba a las masas gauchas y popu- 



13 




lares, con su verbo romántico de iluminada gestación. 
Yo siento en el pecho, cuando hablo de estos dos hom- 
bres ilustres que me legaron su sangre, un orgullo 
doliente, una ternura expectante, porque quisiera en- 
fr ntarme con sus sombras y preguntarles mi sino. 

Claudio Brindis de Sala nació en Cuba, la isla 
maravillosa de Marti, el héroe y el santo, libertó le- 
gándole su gran código de justicia y democracia, que 
ha adoptado todo el continente. No tuvo cuna de es- 
clavo ni de pobre. Todo le sonrió en la vida. Los pú- 
blicos europeos y americanos lo aclamaron en apo- 
teosis inolvidables ; fue amado, fué rico, fué célebre. 

Cuando se rompió su estrella, en uno de sus ca- 
taclismos del destino que parecen repercutir en el 
ritmo eterno de las esferas, vagó mísero y olvidado 
por este mismo Buenos Aires, que un día tuviera pa- 
ra él todos los mimos del éxito, todo el esplendor de 
la fama, toda la magnificencia que se concede a los 
que conquistan la victoria. El Paganini negro, murió 
oscuramente y miserablemente. Pero su sombra po- 
see la riqueza indestructible de la gloria. 

Gabino Ezeiza amó su tierra argentina con una 
inmensa pasión de buen hijo. Cotidianamente era el 
objeto de sus improvisaciones y era la patria amada, 
como una novia que en la vidalita o la décima, fuese 
exaltada con supremo amor. 

Los gandes hombres de mi sangre y de mi raza, 
señores. Esta raza de tan grandes valores morales, 
que cuando se quiere hablar de fidelidaad y nobleza, 
a ella se recurre y cuando se necesita recordar el co- 
raje desbordante o sufrido, ella es también un exacto 
punto de referencia. Al evocar a estos dos negros ilus- 
tres y líricos, cómo me lleno de esperanza en el por- 
venir y cómo pienso en la conquista lenta y segura de 



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la liberación de la raza. Algún día, Africa, su cuna, 
resplandecerá por ella. Bien sabemos como en Esta- 
dos Unidos la colectividad es ya una fuerza positiva 
y creciente, con grandes cerebros científicos y crea- 
dores. Sobre ese fragmento de humanidad que he- 
cha como si renovase día a día la hazaña de los tita- 
nes, Marian Henderson, como un ruiseñor divino, da 
su canto, eleva su trino inmortal. 

Negros de todo el mundo; negros de América, 
negros de Europa; ¡oh! fuerte y querido Rene Marán!, 
no olvidéis dos glorias que si me pertenecen a mi por 
herencia de sangre, os pertenecen también a todos por 
herencia de raza: Claudio Brindis de Sala el magnífi- 
co; Gabino Ezeiza, el célebre. Yo me inclino reveren- 
te ante sus sombras inmortales ! . .. 

Virginia Brindis de Salas 




Porque mi corazón 
es miel y blanda cera 
pecho ha de ser herido 
hasta que muera 

y mientras sueño, espera y desespero, 
y en cárceles de amor 
muriendo, muero. 

Virginia 



17 




Crisantemos 

Crisantemos de Mayo . . . 

Crisantemos de Otoño . . . 

Unos blancos y otros rojos, 

Lilas y amarillos. 

Dobles y sencillos, 

Matizados otros. 

Bella flor de mayo, 

Eres ilusión . . . 

Ilusión de novia. 

Novias que soñaron con un traje blanco . . . 
Un ave María . . . 

Y sus ilusiones que quedaron truncas, 

Como el crisantemo que no se arrancó 
Se secó en la planta, 

Igual que la novia, que murió de amor. 



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£a Carta 



Nada ha muerto . . . 

Ni la primera cita, 

Ni aquel tu primer beso, 

Ni el dulce hasta mañana. 

Tu acento enamorado 
Mantuvo de mis noches 
El sueño desvelado: 

De niña me decías 

Y era pura mi alma 

Y era grande mi anhelo, 

Será testigo el cielo 

Que nada habrá en el mundo 
Que pueda separarnos. 

¿ Recuerdas ? 

Y mi alma que fue tuya 

Y tuyo fué mi cuerpo, 

Mi amor, toda mi vida 
Cual lirio perfumado 

Y un viento deshojado . . . 

Pues tuya es esta carta 
Que acaso no comprendo 
Ni volveré a leer; 

Me sumo en recuerdo, 



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Y era tibio tu aliento. 

Tu voz emocionada 
De gracia delicada. 

Que frías tus palabras 
Que me hablan de arrebato, 
De cosas ya pasadas. 

¿Me pides que te olvide? 
¿Que olvide yo el instante 
Supremo de mi vida? 

Nada ha muerto, 

Ni la primera cita, 

Ni aquel tu primer beso. 

Ni el dulce hasta mañana. 



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yfbuelito 7A.on 

Me cabe el cañaveral 
en cuatro dedos de ron. 

Poco paga el yanqui ya 
por este millón de cañas 
que el negro sembró y cortó. 

Mas no me trago este trago, 
porque es trago de sudor. 

Aquí el borracho es marino, 

pero si se pone a andar 

se ve que es de tierra el mar. 

La ola suelta de un trago 
aquí siempre es de huracán. 

Mas si aquello va al hocico 
con el instinto del cacho, 
es que el ron siempre al borracho 
le quema primero el pico. 

Y por el pico esta vez 

no es mi tufo el que echaré; 
le voy a tirar al rico 
desde aquí toda mi sed. 

Cantando tal vez no pueda 
pasar algodón de seda . . . 

Mas como quiero cantar 
bien claro, me voy a echar 
todo el Caribe en un trago. 

Y este viaje yo no pago 

si ya el viajero es el mar. 

Y mataré con mi boca 

lo que con balas no mato. 



21 




Si un hombre cuerdo es barato, 

que se me baje a los pies 

el trago que no me achata, 

que calientes de bachatas 

con mis pies quiero esta vez 

un idioma hablar que diga 

que el ron no está en mi barriga, 

que bajo este sol mulato 

el ron no está en mis zapatos, 

pero que también sin fiesta 

si está el yanqui, se me junta 

el ron en aquella punta 

con la que mi potro vuela, 

porque ante el yanqui borracho 

se me emborracha la espuela. 

Es que poco o mucho ya 
me saco lo mío hoy; 
me lo saco, porque el mar, 
aunque se pone a golpear 
puertos que de aquí no son, 
siempre con mañas de ron 
¡qué criollo camina el mar! 

Me saco este grito hoy, 
me saco este hueso ya; 

¡que como en olas van rumbas 
nunca estará yanqui el mar! 

Pero como el negro suelta 
agua - triste como yo. 

Mientras el yanqui en el bar 
duerme su siesta de ron. 

Este trago no me trago 
por ser trago de sudor. 



22 




“T\\ Corazón” 



Dije a mi corazón: 
estás cansado 
como águila en prisión, 
odias la vida. 

Si es cierto en ti 

que la ilusión perdida 

se esfumó con la sombra del pasado . 

Yo te sé luchador 

gigante y bravo; 

ha palpitado en ti 

sangre de esclavo. 

Y eres fuerte y viril 
como el acero. 

¿Por qué palpitas trágico y callado?, 
¿Por qué no te libertas de tus rejas? 

Y habló mi corazón: 

— “Amo y espero . . ” 




^Navidad palermitana 

Cielo con muchas estrellas 

Y luna blanca y redonda. 

Qué linda que fue en Palermo 
La noche de Navidad. 

Enfarolada de cañas 

Y de vinachos guerreros 
La negrada entusiasmada 
Hacía repicar los cueros. 

Candombe de Navidad, 

Candombe de sol caliente, 

Reminiscencia africana 
Que reviven los morenos 
En nuestra fiesta cristiana. 

Recinto de los esclavos 
Del viejo Montevideo, 

En donde por vez primera 
Repicó mi tamboril. 

Con mi candombe te evoco, 

Con mi candombe te canto 
Porque hoy los negros son libres 
En esta tierra Oriental. 



24 




£a Criada de Color 

Poema 

A pesar de su risa estridente que alegra, 

El rostro de la negra, 

Fulge de sus pupilas un no se qué de origen: 

Con ese primitivo mirar y su aborigen 
Que en su piel de color su raza integra; 

Y hace pensar en tribus y esclavos que se rigen 
Por el servil recato de timidez sumida, 

En angustia y zozobra de miserable vida 
De quienes se lo exigen . . . 

Con una resignada paciencia que obedece, 

A todo ese mandato de rigor que estremece 
Sentimientos muy hondos que vibran un latido, 
Sobre el pecho cansado de sentirse oprimido . . . 
Anhelos que fracasan entre tantos ultrajes 
Como reminiscencias de aquellas selvas vírgenes: 
Ocultas en frondosa fecundidad de bosques. 

Por entre los paisajes 
Sobre tierras salvajes 
Verde aceituna y ocres... 

La risa agudizada sobre sus dientes blancos, 

Guarda en lo más profundo castigos de otra raza ; 
Como pasión ferviente de querer libertarse, 

Del ímpetu despótico con que se le rebaja. 



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Cuando hasta se le ultraja, 

Y tiene que humillarse 
Con la cabeza baja!!! 

Por eso es que en su risa como grito estridente. 
Hay recuerdos remotos del Pasado al Presente. 

Y ahí se “desencaja” 

Fuera de todo ambiente: 

Y evoca los vestigios de ahogadas rebeldías, 

Que curvan reverencias como de servidumbres, 
Agrietando su rostro que hasta padece y se aja. 

Mientras se resquebraja 
Con débil pesadumbre, 

Es la amarga tortura de tener mieldo al ¡amo!!! 



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“Tíuésped en polvo” 

Esto que lo rodea, 

esto que en la distancia tiene su primitiva, 

su inevitable fuerza; 

esto que ya te sale de tu cuerpo, 

esto que no te sale de tu cuerpo, 

esto que sale a tiempo de planetas antiguos; 

esto que viene sin horario, furioso y desatado, 

esto que viene siempre 

levantado de clima de animal y de ángel, 

y a veces, 

de lágrimas de viaje, 
y a ratos, 

de caprichos, de algo 

que siendo lo accesorio se levanta y de súbito 
te resume distancias, 

como si de repente se escuchara en su gota 
conversación de siglos. 

Pero a veces, 

tú lo dejas caer como piedra, 

como una piedra simple, 

esto que casi siempre no se cae como cosa 

de física inocente . . . 

i 

Esto que tiene a veces palabras en latín, 

olor de incienso alto, 

esto que cabe a veces en un anillo serio. 



27 




Huésped de yodo 

Todavía este viento. No para los veleros. 

Sí para los que ha tiempo te navegan los ojos. 

Allá los barcos fijos a los pies del océano; 
allá con sus costillas de ballena sin carne 
como un bosque desnudo. Todo barco que muere 
se envuelve con la misma esmeralda rabiosa. 

Ya no podrás volver (usan tus pies ciudades). 
Además, ya conoces los árboles del agua, 
los que un día te hicieron presentir en el fondo 
que existe alguna cosa que hace versos, la cosa 
que no es hombre y le pone jardines a los peces. 

Sabemos que tu oficio fue pescador de perlas. 
Sabemos que tu brazo se alargó como un grito 
que algo buscas en el agua. Sin embargo, tus ojos 
caen con un retazo de campana temible. 

Pero el mapa, ese mapa. ¿Tú ves bien ese mapa? 
Aquí la tierra grande como un grito de pan. 

Y este viento, ¿lo sientes? No es el viento marino, 
huele más bien a manos, huele más bien a piernas. 

Un continente es fácil. Es lo fijo tan fácil 
que casi no se nubla... Tacto siempre, ¿qué más? 
T|u sonrisa de piedra y un poco de tierra 
y otro poco de mar. (Tu quietad hace leguas). 

.f 

Sabemos que tu oficio fué pescador de perlas. 

Sin embargo, tú nunca dices cosas bonitas. 

¿Será porque en tu llaga Dios se te está pudriendo? 



28 




paz de ,/frbol 

Donde la voz parece más del árbol, 
donde el hombre se un árbol 
aquí donde los ojos de los niños . . . 

Tal vez aquí no puedo decir nada, 
tan cerca estoy de cosas que están 
siempre, desnudas 

puede mi tiempo ahora hervir la tarde. 

Yo vengo de tan lejos y de tantas palabras, 
vengo de tantas manos y de carne con 
precio, 

vengo de tantos vientres con inéditos 
gritos, 

que me sube la voz 
igual que un ojo. 

Aquí, donde este hombre 
para decirme que no tiene 
ropas, 

desentierra los huesos 
de su sonrisa: 

tu azucena saliente y definida, 
la azucena harapienta. 

Es que tal vez comprende que 
por su herida grande 
pueden salir más 
pájaros y ríos. 



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Se te van desprendiendo: 
los ojos, 
los brazos, 
la sonrisa, 
la voz, 

tu cifra líquida. 

¿Con qué entonces 

vas a llenar tu aire de preguntas? 

Tal vez con esta gota que está anciana de pura, 
con esta gota blanca que se te cae tan vieja 
como el mar que era gente en el primer sudor. 



30 




Cantos 

En los bosques seculares 
del Africa Virginal 
Donde el león y el fiero chacal 
aterran al colibrí. 

Con las aves de los trópicos 
hace el plumaje altanero. 

Y donde canta el jilguero, 
allí fue donde nací. 

Si el sol, sol tostó 

a mi frente, no igual a 
mi corazón. 

A la inspiración 

de esta gran familia humana. 
Aprendiendo los deberes 

negros : no rechacen los placeres 
que ensanchan al corazón. 

NEGRO: SIEMPRE TRISTE 

Tristezas de negros 

tu canto es dolor, silencio, 
humildad. 

No cruces los brazos; 

los negros no deben cruzarlos 
jamás. 

Tus antepasados los cruzaron ya . . . 

Por temor al amor, por esclavitud 
negro triste olvida . . . 

Los buques negreros, aquellas sentinas oscuras 
del barco, horrores, el hambre, 

azotes sufridos, olvídalo todo; 

que lentamente viene, la ansiada libertad! 



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Yo negra soy 

Porque tengo la piel negra 

¡ Esclava no ! . . . 

Yo nací de vientre libre. 

Badagris Badagris, dictador 

de la puñalada y el veneno. 

Espíritu vuelto de los cañaverales 

del Tafiá, Padre, del rencor 

y de la ira, 

negro: implora al 

Legbá, Dembolá, Uedó, Avidá. 

Yo negra soy, 

porque tengo la piel negra. 

¡ Esclava no ! . . . 



32 




^Negros,,, 



Alarde de dientes blancos 

Elevándose en la roja pulpa de las sandías. 

Hombres que cantan y cantan sus penas. 

Con el alma asomada a la boca. 

Entre los cañaverales 

El ojo avizor del hombre blanco 

Al final, 

A la noche hosca . . . 

La oscurece el bongó. 




Tíay algo en mis venas 

Vuelvo y me digo: la raíz es del hombre; 
debe haber otra vez algo en mis venas, 
reconociéndolo todo, penetrándolo todo, 
como un largo puñal vestido de palabra. 

Yo siento que me duele la piedra sin tocarme. 

Aquí la fuga es mía, la disgregada cosa. 

Hacedme herida, tiempo; golpeadme, tiempo, el sueño 
que por mi herida sale, la estatua de mi silencio. 

Algo tendré que busco los pétalos obreros. 

¿Tendré altura de rosa? ¿No mediré ya el viento? 
Alguien busca y encuentra por mis perdidas venas 
la familia de luces que la epidermis calla. 

Estos huesos que siempre los muevo, dirigen 

si el armazón no fuera de una palabra, un (hambre) 

si la mano en la sombra. 



34 




¿‘Raza? 



Y aquí tienes la fecha: todo lo que tú viste 
leve como la sombra. Todo lo que tú viste 
dormido sobre piedras, sobre estatuas salvajes, 
sobre las que tu frente prolongaba caminos, 
pero caminos grandes; nada de los que a veces 
peregrinan a sombra la palabra más pura; 
nada de los caminos que ponen en las manos 
metales que deslumbran y oscurecen al hombre. 

Tú traes tu viajero, casi junto a las venas, 
y tan cerca del lirio, y tan cerca del asno 
no eres . objeto siempre (la piedra lo sabe), 
mas no importa que ignore, son así las ciudades. 
Oye la tierra a veces sus cabellos de vidrio. 

El agua de tus ojos también le llega limpia. 

Aquí la carne sabe a tierra buena. 

Aquí no engaña el verde que mastica el cordero, 
ni aquel que sube a veces por los ojos del ario (*) ; 
todo tiene la fuerza de mansedumbre tuya, 
y todo tiene un poco de azul como aquel pozo. 

Ya ves que el cielo a veces se derrite y te dice 
que todo es para el ciego cosechero de trigo, 
que todo es para el padre que hace gritos sin ropa, 

(*) Amo en africano. 



35 




que todo es para el diente que encanece el instinto, 
que todo es para el mudo que se trae en las manos 
un retazo de monte, y otro poco de cielo . . . 

Todo aquello te pone más fácil y más claro, 

3^ te sube a la voz, tan precisa, tan justa; 
esto y lo que no saben los metales que compran, 
hay un metal que habla con la voz que lo afila. 

Tú que tienes las manos tan justamente limpias 
que se te llenan siempre de ojos municipales; 
tú que llevas los dedos tan simplemente abiertos 
lo mismo que diez frutos que ante el filo maduran; 
es que siempre en el aire primitivo del hombre 
oigo gritos de piedras, rumores tan antiguos 
que pueden ser de ahora, cuando el aire es de bala. 

Sin embargo, no tienes una tierra con cielo, 
no la tienen tus manos, y tiene tu grito. 

El tamaño que tiene pequeñeces de carne 
te echa al aire la sangre, y así quiere crecer, 
y así quiere de aquello . . . Siendo la carne tierra 
que no quiere ser baja cuando quiere ser hombre, 
¡cuando quiere ser hombre! 

Tú vienes de las nieblas igual que el Continente. 



36 




ftamento “Negro 

¿Sabe, compañero. 

Qué cosa me hicieron?, 

Todo me estropearon; 

Es una crueldad. 

Pronto llega el día 
Que todo concluye 
Y entonces el negro 
Tendrá libertad. 

Andembo y andembo. 

No cobrar la infamia 
Que Pancho sufrió. 

Qué importa que el alma 
Se encuentre oprimida 
Si un rayo de luz, 

Nos puede dar vida!!! 



37 




Caballito 



Cuando la hierba para ser más niña 
venía como un ángel de la ubre. 
Cuando vestido de azucena el tiempo 
me ensuciaba. 

Desde que vino la palabra falda 
lavada por los pasos de los niños. 
Antes de que supieran que con sangre 
los violines. 

Casi cuando la infancia galopaba 
en caballito de madera muerto 
tal vez cuando la patria era haragana 
como quel caballito. 

Cuando vestido de azucena el tiempo 
entonces . . . 

no mis sueños, mi infancia modelaba. 



38 




'Inmóvil 



Hay algo, 

hay algo tuyo aquí . . . 
pero no, 

yo no quiero mirarlo, 
la mirada lo rompe. 

Aquí tengo lo más visible tuyo, 
tus manos. 

Pero tus manos, para decir las cosas, 
más que para tocarlas. 

Hay algo más, 
tu frente, 
tú misma, 

sí, te alejas, huyes! . . . 

Casi nunca estás contigo. 



39 




paz, ¡Bendita seas! 

Madre, Madrecita Santa. 

Haz que tus plegarias sean escuchadas 
Por el redentor. 

Señor : que cese la guerra . . . 

Por las Madres, Novias, Niños inocentes, 
Dios : que seamos libres . . . 

Madre: tú que sabes del dolor, 

De amor, de sacrificio; 

Tú que has sentido palpitar 
En tus entrañas el fruto bendito 
Del amor . . . 

Detente, piensa en las otras 
Madres de la tierra, 

Que el psiquismo que ha conmovido al mundo, 

Como plaga infernal 

Fenezca en una mañana luminosa 

Y que nuestros corazones tumultuosos, 

Hagan vibrar la lira de la paz. 

Nuestros labios victoriosos 
Este himno de paz entonarán : 

...¡PAZ, BENDITA SEAS! 



40 




©edicatorias a 
Virginia S, de Salas 

Perfil de una mujer, 

De ojos ardientes. 

De Mari Morena. 

Manos valientes, así tal eres 
Así te pintas en tu Pregón 
De Mari Morena, 

Esas tus ansias. 

Tu grito ardiente. 

Tu Cristo Negro, 

Tu Unguet sonriente ... 

Los he leído con devoción 
Pensando en ti, mujer morena, 

Mujer morena, que quieres ver 
Tu raza libre y ensalzada 
¡No desanimes! 

Que estás ganando tú la batalla! 

Virginia, orgullo de raza negra. 

Mujer que escribes de corazón . . . 

Mujer morena tu raza negra que despreció 
Yo te recojo mujer morena 
En esta otra de corazón. 

Mujer que te perfilas ante mis ojos con emoción 
Mujer morena, mujer morena, 

Recibe aquí mi admiración. 

Texeiras 



41 




Marta De Mezquita 



CANTO A 

VIRGINIA B. DE SALAS 

Virginia dolor de nombre. 
Virginia de algodoneros. 

Canto en sonido de lonja. 
Tristeza en repique lento. 

Voz de la América nueva 
en Changó de los abuelos. 

Grito del Sur y del Norte 
en talla de fino ébano. 

El Sóngoro Consongo suena. 

Y él, profetiza el alba. 

Venas que abren en ríos, 
llegan de tierra antillana. 

Virginia; tus ojos miran 
picapedreros mulatos. 

Dolor en los cafetales, 
manigua plena de esclavos. 

Traspasas la selva libre. 

Te internas en los ingenios. 
Recoge la voz de siglos, 
llanto de barcos negreros. 

Candombes del coloniaje 
Compás del Yambo Cumbá. 
Trae a tus versos Macumba 
dolor de raza ancestral. 



42 




Virginia del canto fuerte. 
Virginia, voz musical. 
"Pregón de Marimorena’’ 
en himno de Libertad! 

Elvira Comas Vieytes 

O 

VIRGEN MORENA 

A V. B. DE SALAS 

Olor de azahar 
tengo una pena 
con un cantar. 

Vibra sonora 
La breve copla 
Triste es la hora 
Que el viento sopla. 

Eres tan suave 
Y tan sencilla 
como ala de ave 
De campo en trilla. 

Dentro de tu alma 
Está encendida 
La luz que caima 
Fuego de vida. 

Dulce serenata, 

Cántico de amor. 

Puente de plata 
Tendido a babor. 

Hueste viajera 
Remanso sutil. 



43 




A VIRGINIA BRINDIS DR 
SALA 

Me ha llegado su carta! 
ay, mi amiga Virginia! 

¡Con que perdió mis versos! 

¡Qué cosas de poetisa 
tiene usted! ¿Le gustaron? 

Y ahora los solicita 
de nuevo. Es imposible. 

Eso no se fabrica. 

Se engendra, nace, vuela 
y una oscura y fatídica 
ley, igual a la otra 
que nos rige, ¡la vida! 
le marca la existencia. 

El canto vivió un día. 

Floreció. Realizó 
su misión. La Poesía 
debe tener un cielo 
de existencia infinita. 

Mi “Igualdad”, si merece, 
vive en tal región lírica. 

La hallarán sus poemas, 
si allá van, buena amiga. 

Montiel Ballesteros 

O 

ODA A VIRGINIA B. de SALAS 

Canta Virginia de Salas, 

Canta gaviota sublime. 

Hija de Curám Diayé 
Canta tus pregones cálidos 



44 




Yambo alié tango 
Bambulá Calungué 
Lanza al aire tu pregón 
Que es noche de luna clara 

Y fría noche de invierno 

Y día ardiente de sol 

En que un negro se murió. 

Era un pobre y viejo negro 
Que la miseria postró 
Mas, pudo también ser blanco 
Que también hay blancos pobres 
En este valle de Dios. 

Es la voz del conventillo, 

Babel moderna e infernal, 

En que la virtud es exótica 

Y no existe la moral 

Es también la voz remota 
De nuestra selva ancestral. 

Y a veces tiene tu verso 

El ardor que da a los cuerpos 
nuestro candombe sensual. 
Virginia Brindis de Salas, 

Hija de Curám Diayé, 

Canta tus pregones cálidos, 
Yambo ahé tango 
Bambulá Calungué. 

José C. Santos 



45 




INDICE 



Prólogo 5 

Jardín de Poetas (juicios) 7 

Mis dos tíos ilustres 13 

Pensamiento * 17 

Crisantemos 18 

La Carta 19 

Abuelito Mon 21 

Mi corazón 23 

Navidad Palermitana 24 

La Criada de Color 25 

Huésped en Polvo 27 

Huésped de Yodo 28 

Paz de Arbol 29 

Cantos 31 

Negros 33 

Hay algo en mis venas 34 

¿Raza? 35 

Lamento Negro 37 

Caballito 38 

Inmóvil 39 

Paz ¡Bendita seas! 40 

Dedicatorias a Virginia B. de Salas 41 




EDITADO EN 

COMPAÑIA IMPRESORA S. A. (C.I.S.A.) 
ISLA DE FLORES 1582 - TEL.: 40 10 89 
MONTEVIDEO 




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